Haber crecido en una familia disfuncional afectará al desarrollo psicológico y emocional de un niño, por ello es de vital importancia velar por su integridad física y moral cuando se encuentre en ese momento crucial.
Verónica Zevallos, psicoterapeuta del Centro de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima (CPPL), sostiene que en una familia disfuncional los padres no necesariamente están separados, sino que pueden seguir siendo pareja.
“Se trata de una familia en la que hay un abuso de poder, inestabilidad por los constantes conflictos, originado por uno de los padres que haya vivido violencia en su familia y que le parezca natural vivir de esa forma”, indica la especialista.
No obstante, otro factor podría ser el uso de drogas o alguna patología mental. Los padres se culpan mutuamente por los problemas y niegan su responsabilidad. Incluso, en estas familias puede haber violencia física.
AÑOS DECISIVOS
Los primeros años de vida (de 0 a 6 años) son decisivos en la formación de la personalidad. En este periodo el niño pasa por diferentes crisis: confianza, desconfianza, autonomía, vergüenza, iniciativa y culpa. Somos lo que somos por la interacción de la herencia con el entorno, advierte Zevallos.
AYUDA PROFESIONAL POR EL BIEN DE LA FAMILIA
En muchos colegios se dictan charlas psicológicas para los padres, estos son espacios propicios para que empiecen a replantear su vida y la de su familia por el bien de todos los integrantes de casa, pero sobre todo para el bienestar de los niños. Si no quiere o no puede el padre, que acuda la madre y si no viceversa. Es mejor que vaya uno a que no lo haga ninguno. Sería una luz para que empiece a cambiar algo, generará efectos positivos en los demás miembros de la familia. La buena actitud de los padres hacia los hijos es importante para que ellos crezcan felices y no se repita la historia de los padres en la que tal vez existió maltrato. Cualquier consulta al teléfono 4451520.
FAMILIA DISFUNCIONAL
Son múltiples las consecuencias negativas, por ejemplo, que los niños no se sienten valorados debido a que sus papás suelen descargar en ellos sus propias frustraciones y eso hace que sean muy exigentes.
“Los niños sienten que no son lo suficientemente buenos para que sus padres se sientan orgullosos de ellos. Los padres los menosprecian al insultarlos, al mostrarse implacables cuando les dan una orden, por todo eso baja la autoestima”, refiere la psicoterapeuta.
Otro problema es que los padres usan al hijo como chivo espiatorio, así, cuando lo llevan a consulta porque presenta algún problema de conducta, buscan que el niño resuelva el problema y no asumen su culpa.
Es entonces que los niños se sienten mal porque piensan que son la causa de las discusiones de los papás.
“Su rendimiento académico y social se verá afectado”, dice Zevallos, pues se les hace difícil hacer amigos, se aíslan o son demasiado violentos o abusivos, y eso hace que nadie quiera estar con ellos.
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